miércoles, 27 de abril de 2011

Simone Weil was born on 3 February, 1909


Un colectivo no hace una suma

Simone Weil

Todo cuanto es vil y mediocre en nosotros se rebela contra la pureza, y tiene necesidad de mancillar esa pureza para salvar su vida.
Mancillar es modificar, es tocar. Lo bello es lo que no cabe querer cambiar. Dominar es manchar. Poseer es manchar.
Amar puramente es consentir en la distancia, es adorar la distancia entre uno y lo qué se ama.
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No se posee más que aquello a lo que se renuncia. Aquello a lo que no se renuncia se nos escapa. En ese sentido, no se puede poseer nada sin pasar por Dios.
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Lo bello supone un atractivo carnal distante y lleva aparejada una renuncia. Incluida la renuncia más íntima, la de la imaginación. A los demás objetos de deseo queremos comerlos.
Lo bello es lo que deseamos sin ánimo de comérnoslo. Deseamos que exista.
Permanecer inmóvil y unirse con aquello que se desea sin acercarse a ello.

Fragmentos de La gravedad y la gracia


"Usted no me interesa". Esta es una frase que un hombre no puede dirigir a otro hombre sin cometer crueldad y herir a la justicia. 
"Su persona no me interesa". Esta frase puede tener lugar en una conversación afectuosa entre amigos próximos, sin herir lo que de más delicadamente receloso hay en la amistad. 
Por lo mismo diremos sin rebajarnos: "Mi persona no cuenta", pero no: "Yo no cuento".
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En cada hombre hay algo sagrado. Pero no es su persona. Tampoco es la persona humana. Es él, ese hombre, simplemente. 
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Pero hay cantidad de seres humanos que, habiendo sido mal o mediocremente dotados por la naturaleza, parecen infinitamente inferiores no solo a Homero, Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Racine, sino también a Virgilio, Corneille, Hugo; y que, sin embargo, viven en el reino de los bienes impersonales en el que estos últimos no han penetrado. 
Un idiota de pueblo, en el sentido literal de la palabra, que ama realmente la verdad, aun cuando tan solo emitiera balbuceos, es en cuanto al pensamiento infinitamente superior a Aristóteles. Está infinitamente más próximo a Platón de lo que Aristóteles lo haya estado nunca. Es un genio, mientras que a Aristóteles solo le conviene la palabra talento. Si un hada le propusiera cambiar su suerte por un destino análogo al de Aristóteles, lo sabio, por su parte, sería rechazarlo sin dudar. 
Pero de todo eso no sabe nada. Nadie se lo ha dicho. Todo el mundo le dice lo contrario. Hay que decírselo. Hay que alentar a los idiotas, a la gente sin talento, a la gente de talento mediocre o apenas superior a la media y que son genios. No hay que temer que se vuelvan orgullosos. El amor a la verdad siempre está acompañado de humildad. El genio real no es más que la virtud sobrenatural de la humildad en el dominio del pensamiento. 
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Si un espíritu cautivo ignora su propio cautiverio, vive en el error. Si lo ha reconocido, aunque sea por una décima de segundo, y se ha apresurado a olvidarlo, vive en la mentira. Hombres de inteligencia extremadamente brillante pueden nacer, vivir y morir en el error y la mentira. En estos la inteligencia no es un bien, ni siquiera una ventaja. La diferencia entre hombres más o menos inteligentes es como la diferencia entre criminales condenados a la cárcel de por vida, cuyas celdas fueran más o menos grandes. Un hombre inteligente y orgulloso de su inteligencia se parece a un condenado que se sintiera orgulloso de tener una celda grande. 
Un espíritu que siente su cautiverio querría disimulárselo. Pero si tiene horror a la mentira, no lo hará. Tendrá, entonces, que sufrir mucho. Se golpeará contra el muro hasta desvanecerse; se despertará, mirará el muro con temor, después, un día, volverá a la carga y se desvanecerá de nuevo; y así continuamente, sin fin, sin ninguna esperanza. Un día se despertará al otro lado del muro. 
Quizá todavía está cautivo, solo que en un cuadro más espacioso. ¿Qué más da? 
En lo sucesivo, posee la clave, el secreto que hace caer todos los muros. Se encuentra más allá de lo que los hombres llaman inteligencia, se encuentra ahí donde comienza la sabiduría. Cualquier espíritu encerrado en el lenguaje es solo capaz de opiniones. 
Cualquier espíritu que ha llegado a ser capaz de captar pensamientos inexpresables por la multitud de relaciones combinadas, aunque más rigurosos y más luminosos que los que expresa el lenguaje más preciso, cualquier espíritu que ha llegado a ese punto vive ya en la verdad.

Fragmentos de La persona y lo sagrado

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