viernes, 29 de abril de 2011

Erich Fromm was born on 23 March, 1900



El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor.

Fragmento de El arte de amar


Me parece extraordinariamente importante ponernos en claro sobre un principio al que deberíamos dedicar la máxima atención para establecer una estrategia del arte de vivir: se frustra la vida cuando se persiguen fines en conflicto, y no se percibe que se contradicen y excluyen.
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“Has nacido para vivir sólo un breve lapso, ¿quién eres y qué es propiamente lo que deseas?” Cuando nos entregamos a la abundancia que produce en última instancia pobreza y mezquindad, reprimimos nuestra riqueza innata, que puja por desarrollarse. De la diferencia entre la abundancia mala y buena depende nada más y nada menos que el futuro del hombre.
Fragmento de El amor a la vida


El individuo "despierto" de quien habla la enseñanza budista es el individuo que venció su narcisismo y que, en consecuencia, es capaz de estar plenamente despierto. Podemos expresar la misma idea de otra manera: Sólo si el hombre puede suprimir la ilusión de su ego indestructible, sólo si puede renunciar a ella juntamente con todos los demás objetos de su anhelo, sólo entonces puede abrirse al mundo y relacionarse plenamente con él. Psicológicamente, este proceso de llegar a despertar totalmente es idéntico a la sustitución del narcisismo por la
relación con el mundo.
Fragmento de El corazón del hombre
¿Cuál es la pregunta que plantea la vida? La pregunta es: ¿cómo podemos superar el sufrimiento, el aprisionamiento, la vergüenza que crea la experiencia de separación; cómo podernos encontrar la unión dentro de nosotros mismos, con nuestro semejante, con la naturaleza? El hombre tiene que responder a esta pregunta de alguna manera; y aun en la locura se da una respuesta, rechazando la realidad fuera de nosotros mismos, viviendo completamente dentro de la concha de nosotros y superando así el miedo a la separación.
La pregunta es siempre la misma. No obstante, hay diversas respuestas o, básicamente, hay sólo dos respuestas. Una es superar la separación y encontrar la unidad en la regresión al estado de
unidad que existía antes de que despertara la conciencia, es decir, antes del nacimiento del hombre.
La otra respuesta es nacer plenamente, desarrollar la propia conciencia, la propia razón, la propia capacidad de amar, hasta tal punto que se trascienda la propia envoltura egocéntrica y se llegue a una nueva armonía, a una nueva unidad con el mundo.
Cuando hablamos de nacimiento nos referimos por lo general al acto de nacimiento fisiológico que se produce para el infante humano alrededor de los nueve meses después de la concepción.
Pero en muchos sentidos se valora demasiado la importancia de este nacimiento. En muchos aspectos importantes, la vida del niño, una semana después de nacido, se parece más a la existencia intrauterina que a la existencia de un hombre o una mujer adultos. Hay, sin embargo, un aspecto único del nacimiento: se rompe el cordón umbilical y el niño inicia su primera actividad: la respiración.
Cualquier rompimiento de los lazos primarios es posible, desde este momento, sólo en la medida en que este rompimiento vaya acompañado de una verdadera actividad.
El nacimiento no es un acto; es un proceso. El fin de la vida es nacer plenamente, aunque su tragedia es que la mayoría de nosotros muere antes de haber nacido así. Vivir es nacer a cada instante. La muerte se produce cuando ese nacimiento se detiene. Fisiológicamente, nuestro sistema celular está en un proceso de continuo nacimiento; psicológicamente, sin embargo, la mayoría de nosotros dejamos de nacer en determinado momento. Algunos nacen muertos; siguen viviendo fisiológicamente si bien, mentalmente, su aspiración es volver al seno materno, a la tierra, a la oscuridad, a la muerte; están locos, o muy cerca de estarlo. Otros muchos van un poco más lejos por el camino de la vida. No obstante, no pueden romper el cordón umbilical del todo, como si dijéramos; permanecen simbióticamente, ligados a la madre, al padre, a la familia, la raza, el Estado, la posición social, el dinero, los dioses, etc.; nunca surgen plenamente como ellos mismos y, en consecuencia, nunca nacen plenamente.
Fragmento de Psicoanálisis y budismo zen


La alegría es concomitante de la actividad productiva. No es una "cumbre de la experiencia", que culmina y termina de pronto, sino más bien una meseta, un sentimiento que acompaña la expresión productiva de nuestras facultades humanas esenciales. La alegría no es el éxtasis momentáneo, sino el resplandor que acompaña al ser.
El placer y la emoción conducen a la tristeza después de alcanzada la llamada cumbre; porque el estremecimiento se ha sentido, pero el recipiente no ha crecido. El propio poder interior no aumentó. Se intentó terminar con el aburrimiento de la actividad improductiva y por un momento se unieron todas las energías, excepto la razón y el amor. El individuo intentó volverse sobrehumano, sin ser humano. Parece haber alcanzado el triunfo, pero éste va seguido de una profunda tristeza, porque nada ha cambiado dentro de él.
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Spinoza otorga a la alegría un lugar supremo en su sistema antropológico-ético, cuando dice: "La alegría es la transición del hombre de una menor a una mayor perfección. La tristeza es la transición del hombre de una mayor a una menor perfección" (Ética, 3, defs. 2, 3, p. 155).
Las afirmaciones de Spinoza sólo se comprenden plenamente si las colocamos en el contexto de todo su sistema de pensamiento. Para no decaer, debemos tratar de acercarnos a "un modelo de la naturaleza humana", esto es, debemos ser óptimamente libres, racionales, activos. Debemos llegar a ser lo que podemos ser. Esto debe entenderse como el bien que es potencialmente inherente a nuestra naturaleza.
Spinoza entiende por "bueno" "aquello que sabemos ciertamente que es un medio para acercarnos más y más al modelo de la naturaleza humana que nos hemos propuesto"; y "por malo, en cambio, entiendo aquello que sabemos ciertamente que nos impide reproducir ese mismo modelo (Ética, 4, Prefacio, p. 174) .
La alegría es el bien; la tristeza (tristitia) es el mal. La alegría es una virtud; la tristeza es un pecado.
La alegría, pues, es lo que sentimos en el proceso de acercamos más a la meta de ser nosotros mismos.
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La experiencia de amar, de gozar, de captar la verdad no ocurre en el tiempo, sino en el aquí y ahora. El aquí y el ahora es la eternidad, o sea, la intemporalidad; pero la eternidad no es, como se interpreta mal comúnmente, el tiempo indefinidamente prolongado.
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nuestros cuerpos nos hacen desear vivir; pero respetar el tiempo es una cosa; y otra someterse a él. En el modo de ser, el tiempo es destronado; ya no es el ídolo que gobierna nuestra vida.
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Al no hacer nada, excepto desobedecer las demandas del tiempo, tenemos la ilusión de que somos libres, cuando estamos, de hecho, sólo en libertad bajo palabra fuera de la prisión del tiempo.
Fragmento de Tener y ser

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