Dos son,en esencia, las maneras de afrontar la tarea de escribir que comunican la actitud del que escribe.
La primera es gustar o gustarse.
La segunda es buscar o buscarse.
El primero se adorna, se esconde en las palabras, se pierde.
El segundo renuncia a lo superfluo, utiliza el lenguaje como herramienta. Pone rumbo a su verdad.
Para el primero, la belleza es el fin.
Para el segundo una consecuencia.
El primero alimenta su ego personal, es narcisista, dice ser escritor o incluso artista.
El segundo sencillamente escribe, lo necesita. Las palabras son flechas que apuntan al centro de su ser.
El primero camina a ciegas por el trapecio de la fama. Se va muriendo de inmortalidad.
El segundo se mira en la escritura. Los exploradores de su mundo salen a escena y sorprendido escucha una voz susurrando: abre los ojos.
El primero compite contra todos, es decir, contra sí mismo.
El segundo sale al campo de batalla, una y otra vez, sabiéndose vencido de antemano.
Es mejor escribir para uno mismo y no encontrar público, que escribir para el público y no encontrarse uno mismo.
Cyril Connolly