una y otra vez
una y otra vez...
instalados en ese Espacio infinitesimal indivisible, inefable.
¿Podemos vivir desde esa inmensidad habitada?
¿Se puede ser... latido?
latido,
latido...
En ese Espacio del yo suspendido,
ingrávido, detonado...
somos la Luz permanente y eterna,
sin referencias ni promesas.
En Él, entramos y salimos casi sin darnos cuenta.
A Él, luchamos por aferrarnos,
le ponemos trampas para apresarlo,
no podemos atraparlo,
sumergir nuestros cuerpos en su abismo...
para siempre
para siempre
Es justo así,
en ese preciso instante posesivo,
es justo ahí,
cuando somos expulsados del Paraíso,
llevándonos la impronta, quizás,
de su existencia latente, silenciosa, etérea...
Llegado el instante, nos envuelve...
un sabor a agua clara
que no cesa en su corriente.
Dejamos ir el pensar,
suelto,
sin esperar que dure,
allá donde nos lleve...
el mar
Ese Espacio de viva quietud
nos toma por dentro,
casi desprevenidos
Ese Espacio es...
este espacio;
este precioso instante,
un lugar irrepetible
que nos habita...
sin anunciarse