Si viniera, si una mujer viniera, ahora, si una mujer viniera al mundo con la espiga de luz de las matriarcas: debería si hablara de este tiempo, debería tan sólo balbucir, balbucir y así tal vez, tal vez así, así así, tal vez...
La norma de la sociedad -del sistema- nos iguala, nos hace predecibles y prescindibles, obedientes y dependientes de
autoridades externas.
La norma de la vida -de la naturaleza- nos diferencia, nos hace únicos y profundamente valiosos,
libres e interdependientes de los demás sistemas vivos.
Un día de abril de 2020 te despiertas sumergida en una
profunda melancolía...
... y llega el momento de reordenar las cosas. El orden viejo no se
sostiene más.
¿Qué podría ser el sistema? ¿Cómo podemos crear las
condiciones para que mejore la vida del humano: el individuo? ¿Qué podemos
hacer para que ningún humano quede indefenso o excluido?
Todas las posibilidades evolutivas están aquí. Es un momento
único para que lo nuevo pueda enraizarse en el planeta. Es una posibilidad que
se está haciendo viable ahora. En cada nueva vida humana está emergiendo la
semilla de lo que es posible y necesario. Nacemos a las lógicas de lo viviente. Es la llamada profunda a ser quien soy, y nada más. Un potencial de vida expresándose
e inspirando desde su unicidad.
¿Cómo podemos crear el espacio de acogida para que ninguna
vida quede desatendida o descuidada? ¿Cómo podemos hacerlo?
La mutación está en marcha, y no espera a que se produzcan
los alineamientos individuales: esto solo puede ocurrir de uno en uno.
Cuando las alternativas 'razonables' ha probado su
ineficiencia (en términos humanos y no normativos y estadísticos), cuando todas
las tentativas de sostenibilidad dirigidas por nuestras mentes estratégicas e
hipertrofiadas se hacen insostenibles y revelan su impotencia... ha llegado la
hora de asumir como propia la única norma: la de la vida. La ley del cambio es
emergente, imprevisible... no deja fuera a nada que esté creando... a nadie que esté naciendo y muriendo. Hay
un sentido profundo que te exige estar ahí, aquí, en este instante, con la
vida, sintiendo la pulsación, abrazando lo desconocido. Demanda el
desprendimiento de todo aquello accesorio e inútil para la mutación: una
confianza inquebrantable en el propio camino evolutivo. El de la naturaleza y
el humano, sin disputa. Hondamente acordados... ¿Recuerdas?
Tratar de razonarlo se convierte en un lastre para el
despliegue del potencial mutativo. La melancolía es una fuente creativa
inagotable. Trae recursos inesperados, insospechados, inauditos, insólitos... tan
necesarios para vivir en equilibrio...
¿Cómo esperar sin
paciencia? ¿Cómo expresar sin confianza? ¿Cómo escucharse, cómo darse espacio, cómo dejarse ser con tantos argumentos en contra que justifican miedos y discordias? ¿Cómo responder sin la hipocresía de las respuestas
aprendidas? ¿Cómo hacer para soslayar la tiranía de las autoridades externas? ¿CÓMO NO VIVIR CONECTADA A LA VIDA? ¿Cómo ser una misma y amarse cuando todo lo aprendido conduce hacia la distorsión de la muerte? Ese miedo atroz que
no deja vivir-morir-vivir... ¿Cómo resistirse al impulso de mutar? ¿Cómo no confiar en este proceso de renovación y renacimiento, permanente y perpetuo, que nos está llevando sin anunciarse? ¿Cómo desprenderse de todo el miedo a vivir, a amar, a morir?
Vida ha nacido rendida a vivir auténticamente. Nunca se comprometió con llegar a ser algo porque su naturaleza es tan
rotunda que pudo abrirse paso entre las leyes humanas y se hizo más fuerte
frente a los impedimentos y las trampas de la sociedad y la cultura reinantes. Su único compromiso ha sido -y sigue siendo hoy- consigo misma: con la Vida. Un ejemplo de autenticidad que potencia a quienes se cruzan en su camino. La posibilidad de una forma de vida única.
Hoy La Factory cumple otro año. Hoy se abre un nuevo camino que descubre inconmensurables posibilidades de mejorar la vida de sus compañeros humanos...¿Qué clase de orden nos espera?
Parece que nos afecta gravemente cómo nos mira o nos
interpreta el otro. Vivimos profundamente condicionados por lo que creemos ser
para aquel o aquello que no somos. Esta extendida afección da lugar a mecanismos de compensación que distorsionan de manera alarmante la percepción de nosotros mismos, y transforman la prodigiosa aventura de vivirnos tal y como somos, en una lucha angustiosapor sobrevivirnos.
En el entorno en que nacemos y crecemos, nos acecha la falta de apreciación porla
singularidad innata con la que venimos a experimentarnos. Muy pronto nos sentimos tentados a probar una droga monstruosa:
ser visto y reconocido por todo aquello que
no somos. Esta temprana adicción nos ata a experimentar la vida desde una fijación fatal: la idea de aquello que creemos ser.
Parece que ya no nos sacian los relatos homogéneos que
nos contamos para creernos todos, o casi todos, lo mismo o algo parecido.
Así se han construido las dictaduras y las sociedades que conocemos.
El desencanto con lo estandarizado -el statu quo- se
extiende de manera irrevocable. Parece que estuviéramos llegando al final de un
ciclo.
Parece que otros muchos relatos sean ahora posibles, y que
haya quedado espacio para cualquier cosa que nos entretenga y nos permita
prolongar el delirio y la enajenación.
Mientras otros mundos cristalizan, o no,
seguimos huyendo hacia delante aunque el oeste, en construcción y decadencia galopantes,
nos parezca claramente un fraude.
Parece que la inestabilidad, la indeterminación y la
incertidumbre a la que por naturaleza nos impele el vivir tenga su momento de acogida y
afirmación en la unicidad del individuo.
Simultáneamente la singularidad
ficticia sigue calando de manera grotesca en las masas, embutiendo ingentes
cantidades de organismos humanos en las previsibles formas del narcisismo.
Parece que vivir en la superficie de los cauces y de las
cosas nos esté llevando en la corriente del divertimento y el cansancio que
indefectiblemente desemboca en el hastío.
Parece necesario y casi urgente dar un paso más, ir hacia dentro, quizás,
o de algún modo despegarse y mirar con la amplitud del que ha coronado una posición
cardinal.
Sin duda, todo ese futuro, con el que se nos llena la boca
de razones, depende de lo que está sucediendo en este preciso instante. De la
presencia y de la ausencia de mí como
polos de un equilibrio posible y plausible.
Sabiéndonos íntimamente únicos y que en esta condición reside
nuestro inconmensurable valor, nos dilapidamos vendiéndonos por lo que creemos
que nos hace valiosos a 'los ojos del otro'.
Para la sociedad, esa cosa
abstracta y abstrusa a la que cada cual alimenta a su manera, somos apenas una moneda de cambio cuyo valor
real es igual a cero. ¿Quién no se ha dado cuenta todavía?
A pesar de todo, parece que quisiéramos seguir atados a esta
rueda de producción y consumo contribuyendo con una energía vital que rara vez
se aprecia porque cada vez se hace más densa y viscosa: la vida humana se confina y se agota
en estos sin sentidos con la demostración de la 'propia' valía, la adherencia a ideologías gastadas y la persecución
del reconocimiento.
Cuando el peso y el precio de la singularidad ficticia se hace insostenible se
dibuja la posibilidad, quizás ineludible, de dar la bienvenida a una oportunidad real: la
emergencia de un nuevo ciclo en la rueda de nacimiento y muerte. El acontecer
de una individualidad orgánica, de una singularidad que conecta al organismo
con los ritmos de la vida: con su propia diferencia.
Estos últimos años se están creando las condiciones
materiales de acogida para la nueva humanidad emergente.
El planeta -escenario de nuestros mundos- nos devuelve la
mirada hacia adentro. Cada existencia humana descubre afuera el reflejo de su propio mundo.
Descubrir la irrealidad de lo que nos parece real es liberar un espacio diferenciado
en la 'propia' mente para la emergencia de un ser -el humano- que se sabe absolutamente único
y al servicio de algo inmensamente mayor que sí mismo.
Si nos lo contamos así dispondremos de evidencias suficientes para agudizar la mirada desde el interior de lo que somos, o de lo que estamos haciendo de nosotros mismos, como individuos que encarnan el extraordinario potencial para despertar a una conciencia auto-reflectante.